Sigo anclada al fin de semana. Es domingo y he quedado para desayunar a las 11.30 en la calle Gran Vía con una amiga periodista y crítica literaria que me asesora en mis compras culturales a lo largo y ancho de la Fnac y, con la que, de paso, aprovecho para hablar de lo divino y lo humano.
Siempre que nos juntamos nos pasa algo "mágico" después. No sé, una llamada inesperada, me toca un euro en la primitiva... cosas así.
Hoy se me plantean dos dilemas:
1. Mi madre me inculcó desde pequeñita que JAMÁS saliera de casa sin desayunar. Siempre me dió mucho miedo cometer semejante locura. No sabía si era que explosionabas al pasar bajo el marco de la puerta que da a la calle con el estómago vacío o que venía el coco a buscar a los niños que no desayunaban.
El caso es que me sigue dando miedo salir de casa sin algo contundente en el estómago. Aún así, sabiendo que corro un riesgo, decido ir. Me tomo un café nespresso de caramelo para intentar no incumplir totalmente el undécimo Mandamiento materno y me perfumo con "Arancia di Capri" de Acqua di Parma, y así salgo oliendo a zumo de naranja.
Mi indumentaria, también acorde. Vestido de color naranja optimista de hace dos temporadas, a tono con la crisis y con la fragancia (y con las futuras tendencias de esta primavera), de See by Chloé, chaqueta de cuero de Versace, bailarinas de Chanel y bolso de YSL bien grande para meter discos, libros y películas. Después de pagados, ¡por supuesto! Que no quiero que vaciar el bolso en casa se convierta en una descarga ilegal.
He elegido un vestido flojito para poder hincharme a comer sin apreturas y no tener que desabrocharme nada con disimulo...
2. Mi segundo dilema es que empezaremos a comer, entre pitos y flautas, a las 12.00. Entonces, ¿no es esto ya un "brunch" y no un desayuno? Y sofocada mi neurona, llega a la siguiente conclusión empírica. Cuando quedamos en un sitio normalito sin lujos ni snobismos como el Vips al que vamos esta mañana, inconscientemente le llamamos "desayuno". Pero si quedamos en uno glamouroso, como puede ser el Hotel Ritz, www.ritz.es (os lo recomiendo cuando abre su maravillosa terraza) o cool como el del Café Oliver http://cafeoliver.com/, entonces ya pasa a ser un "brunch". Así que hoy nosotras, confirmo, hemos desayunado, un "English breakfast" y muy a gusto, por cierto. Porque en épocas de crisis, lo que importa es la compañía. Y en épocas de vacas gordas, ¡también!
Lo que sí me hago es el firme propósito de ir a algún sitio a tomar el "slunch" (combinación de las palabras inglesas "supper" y "lunch") y que es una especie de merienda elegante pero menos ceremoniosa que la cena, y a la que toda la vida le hemos llamado merienda-cena. Pero ésta por lo visto es más fina. ¡Habrá que probarla en algún sitio chic! ¿Alguno de vosotros se ha adelantado ya?
¡Besos y feliz semana!
Sylvie Tartán.
Hola Sylvie, no quiero darte envidia desde tu querida capital. Mi fin de semana terminó con una merienda o slunch como le llamas para ser más cool a diez metros de las arenas de la playa de Sitges sobre las 7 de la tarde y a prepararse para otro lunes.
ResponderEliminarMe quito el sombrero (mejor, la pamela), querida, eso no lo voy a poder superar. ¡Qué suerte!
ResponderEliminarA ver si alguien nos da una pista de algún sitio un poco más cerca de casa...
Lo mismito me ha inculcado mi madre.¿Será que las buenas costumbres pasan de generación en generación?,eso espero.....
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