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jueves, 24 de febrero de 2011

De cómo vestirse para recibir en casa y de cómo NO vestirse para ello.

Queridos amigos, vuelve la Sylvie más cáustica a poner los puntos sobre las íes en cuanto a la indumentaria. Esta vez vamos a abordar el tema de cómo se tiene que vestir un anfitrión.
Aclaramos.Un anfitrión no es un pez marino cuyas huevas son de incalculable valor, no. Un anfitrión es la persona que tiene invitados a su mesa o a su casa, según reza la definición de la Real Academia.
Una vez definido el concepto, vamos a empezar por los pies, que es por donde empieza la maravilla o el desastre de un look.
¿No habéis asistido a cenas en las que el dueño y señor de la casa llevaba unas pantuflas? ¡Yo sí! ¡A muchas! Gracias a Dios, no estaba en pijama, pero las pantuflas estaban allí, chocando con el resto de la vestimenta y gritando ¡somos estupendas y estamos invitadas también a cenar! Qué gusto, ¿verdad? Con los pies calentitos y cómodos, bien resguardaditos... ¡¡¡¡PUES NO!!!! ¡Terminantemente prohibido!
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Ya sé que es muy tentador recibir a los invitados, en plan casual-foot, pero amigos, ¡hay que resistirse! Y sólo hay dos casos para recibir en zapatillas, uno, que sean las tres de la mañana y el invitado, más que invitado, sea un intruso. Y dos, que tengamos una pierna escayolada y sea imposible enfundarnos los pies en unos zapatos al uso. Así que, lo dicho, os ponéis los zapatos de siempre, que no pasa nada por estar un ratito en casa con ellos, que el parqué está preparado para que lo pisen, de verdad, fiáos de mi. Por algo el constructor lo puso en el suelo.

Diores pisando parqué sin dañarlo.
Y esto me trae a la memoria un trágico episodio de mi vida. Invitada a tomar el te en casa de un periodista y escritor de un conocido periódico -le mando a pesar de todo, un beso desde aquí-, al entrar, me hizo descalzarme y ponerme unas zapatillas que tenía a tal efecto y con todo tipo de números para que ningún pie, por grande o pequeño que fuera, se quedara sin zapatilla. Hubiera preferido que me dijera que me quitara cualquier otra cosa (lo digo porque espero que esto no lo lea), pero no. De repente me vi capitidisminuida, reducida a la mínima expresión (me sacó de golpe y porrazo diez centímetros de estatura) y bueno, qué más os voy a contar, si tenía algo de glamour se quedó allí, escondido en mis zapatos abandonados... Y además, ¿cómo puedes conversar con un hombre en zapatillas si no es ni tu marido ni tu pareja ni tu cirujano?
Me consoló el capítulo de "Sexo en Nueva York" en el que nuestra amiga Carrie tiene que descalzarse en una casa y le roban sus "manolos". En mi caso éramos sólo dos, con lo cual no había riesgo de que nadie me los robara (los zapatos, que "manolos" no eran), pero os aseguro que la humillación fue similar. No he vuelto.


También he leído hace poco, aunque no recuerdo dónde, que la anfitriona no debe de estar demasiado espectacular para no hacer sentirse mal a los invitados. ¿¿Por qué?? Les invito y ¿encima tengo que parecer la más fea? ¡De eso nada! Me parece muy bien tratar a tus invitados mejor que a ti misma, pero de ahí a que te pongas lo más corrientito que tengas en casa para que los demás se sientan mejor... ¿No es presuponer que tus invitados tienen poca autoestima, o lo que es peor, que no te tienen mucha estima y les agrada verte mal? No, queridos amigos, poneos bien guapos y con la casa arreglada también. Flores frescas a ser posible y vosotros con vuestras mejores galas, eso sí, acordes con la hora y el tipo de evento. ¡Y nunca les obliguéis a descalzarse! ¡Os lo ruego! Para eso ya tenemos los controles aeroportuarios, otro lugar donde perder la dignidad en pocos segundos. Y si no, recordad lo que le pasó al Presidente del Banco Mundial al entrar en una mezquita. ¡Uf!

¿Fetichismo exacerbado? ¿Ahorro extremo? ¿Síndrome de Diógenes en fase terminal? Este tema, lo abordaremos en una entrada aparte, porque ¿quien no tiene prendas de las que no quiere desprenderse aunque estén raídas? El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra... o el primer calcetín. ¡Yo no lo haré!
Continuará...
¡¡Feliz fin de semana a todos y un beso fuerte!!

Sylvie Tartán

13 comentarios:

  1. Como soy noctámbula y por cierto no estoy en pantuflas(no las tengo),me "mondo de risa" con tu entrada,a estas horas.Es de lo más oportuna.Soy de la liga "antipantuflera".

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  2. Te querría ver yo a ti a la hora del desayuno...Es broma...bomboncito.

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  3. Anónimo 1, ¡yo también!
    Anónimo 2, A la hora del desayuno están permitidas si estás en casa, pero te recuerdo que vuelvas a leer el artículo. Estamos hablando de recibir a invitados. Gracias por lo de bomboncito. Con la de chocolate que como, estoy a punto de convertirme en uno de verdad. Pero no os preocupéis, seguiría escribiendo en el blog. ¡Besitos, feliz y soleado fin de semana!

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  4. Estoy de acuerdo..que te hagan descalzar,a menos que sea en familia (a ellos se le permite todo)
    no es agradable.
    El presidente del banco...ejem...ahora se como ahorran tanto XD
    un beso!

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  5. Hola Sylvie, yo estoy contigo nunca pantuflas, que horror, no las tengo ni para ir a dormir...Yo recibo a mis invitados con taconazos y siempre arreglada aunque sea una merienda informal. Buen fin de semana

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  6. Estoy de acuerdo, a las casas de la gente que te dice que te pongas sus zapatillas para entrar en su casa no se vuelve

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  7. Yo hago una reflexión:
    ¿por qué la gente cuida más su parquet que su imagen?

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  8. Me encantan las pantuflas Chewaka!!!!

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  9. Gracias, gracias por vuestros comentarios. Nada más lejos que hacer apología contra las pantuflas, que tienen su utilidad, solo puntualizar cuándo no se deben llevar ¡a ser posible!
    ¡Besos para todos y feliz fin de semana pantuflero!

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  10. ¡Menuda polémica la de las pantuflas!Yo recibo con botas de goma...........en el jardin...por cierto son de Gucci.............ahí queda eso.

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  11. Yo tengo unas "Hunter", de momento, me apaño con ellas. Si lloviera más en Madrid, que espero fervientemente que no lo haga, invertiría en otras... Pero por ahora, ¡me van perfectas!

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  12. Por supuesto, yo con tacones y bien arreglada

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  13. ¡Pues muy bien, Nekane! ¡Gracias por el comentario!

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